Después de pasar cuatro días conociendo Tokio, las siguientes tres jornadas visitaríamos sus interesantes alrededores. Elegimos alquilar un coche para visitar los Cinco Lagos y el resto de desplazamientos los haríamos en sus eficientes trenes y transporte público. Nos adentrábamos en un mundo fascinante y milenario que nos sorprendió.
Diario de viaje sobre qué visitar en los alrededores de Tokio, conocer Nikko y Kamakura desde Tokio.
Día 5 – Monte Fuji y Cinco Lagos
Aquel día viajamos de Tokio hasta los Cinco Lagos en nuestro coche de alquiler.
Se puede leer toda la ruta y visitas en Monte Fuji y los Cinco Lagos.
Se puede leer toda la ruta y visitas en Monte Fuji y los Cinco Lagos.
Día 6 – Nikko
Esa mañana salimos del hotel para ir a la estación de
Ueno. Teníamos reservado asiento en el Shinkasen Yamabiko 123 que nos llevaría
hasta Utsonomiya. Allí hicimos trasbordo a la Nikko Line y llegamos a Nikko.
En la estación de Nikko, tomamos el bus Tobu y fuimos hasta
el puente Shin-Kyo. El billete se paga a la salida del autobús.
Este puente de madera laqueada contrasta con el verde de la
piedra y el azul del agua, y la combinación de colores
es sublime como muchos de los escenarios japoneses.
Puente Shin-Kyo en Nikko |
Subimos unas escaleras que hay al final de la calle (justo
al lado del templo) que nos llevaron hasta los templos que habíamos venido a
ver.
Templos en Nikko |
El bosque nos trasladó a un paisaje japonés, tal y como
siempre lo habíamos imaginado. Pasamos de largo el templo Rino-Ji y llegamos
hasta el Santuario Tosho –Gu que nos dejó sin palabras. Aquí pagamos la entrada
que recomendamos guardar ya que nos la pidieron hasta tres veces.
El templo es una explosión de colores, de dorados, de
tallas… allá donde mires encuentras una linterna, una pagoda o un relieve. Todo
es abrumador.
Santuario Tosho –Gu en Nikko |
Nos maravillaba todo lo que contemplábamos: la pagoda de
cinco plantas que representan los elementos, el establo sagrado con los famosos
relieves de los monos que decoran el edificio (podéis ver la primera foto de este post).
Solo la avenida de cedros japoneses plantados en el siglo
VXI que da acceso al santuario es una maravilla.
Merece la pena, pararse a mirar el techo Honji-do en
cuya cubierta está pintado el Dragón Llorador bajo el cual un monje nos mostró
el eco que se produce cuando golpea dos trozos de madera.
Los templos de Nikko son bellísimos |
Seguimos paseando por un entorno maravilloso y un precioso
camino de linternas y cedros nos llevó al Santuario Futara-san cuya puerta de
bronce es patrimonio de la humanidad y en la que cuelga un enorme Shimenawa, la
cuerda de paja que separa lugares profanos de aquellos sagrados.
A veces, encuentras recintos en los que hay que pagar un
extra por entrar, y apareces en medio de pequeños ambientes rodeado de gente
que toca campanas, moja billetes, reza… en uno de estos lugares hay un farol de
bronce del que se dice que por la noche se convierte en monstruo y es posible
ver las muescas que un samurái aterrorizado dejó con su espada.
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El último santuario que visitamos aquella mañana es el Taiyuin-byo. Varias puertas ascienden el Hoden.
Volvimos al pueblo a comer en el Hipperi-doko que Viajar Code Verónica nos había recomendado. Los yakisoba y las brochetas de pollo estaban riquísimos. Es
un local bastante concurrido.
Yakisoba en el Hipperi-doko |
Nuevamente subimos hacia el puente, giramos a la izquierda y
un camino entre preciosas casas nos llevó hasta el Abismo de Kanmangafuchi.
Un antiguo torrente de lava, ahora convertido en río nos
acompañó en el camino.
Cruzamos un puente a la izquierda y allí nos esperaban en un escenario abrumador 75
apacibles estatuas de jinzo, con sus gorritos y baberos rojos. Estábamos solos,
recorrimos el camino. A un lado las estatuas al otro, el río.
Este camino del Abismo de Kanmangafuchi es sublime |
Regresamos a Tokio en el primer tren a Utsunomiya, reservamos un Shinkasen hasta Omiya y ahí bajamos para tomar otro hasta Shinjuku que como nos había gustado tanto la noche anterior, elegimos para terminar aquella jornada.
Después de un rato callejeando nos metimos en una abarrotada Izakaya, las tabernas japonesas, donde unos camareros nos ayudaron a elegir y, sorprendentemente, pues los japoneses no son muy dicharacheros, entablaron conversación con nosotros. Nos decantamos por varias brochetas, todas deliciosas: salchicha japonesa, shitakes rebozadas, careta de cerdo o pieles de pollo. Los camareros salieron a despedirnos hasta la puerta.
Este tipo de locales está muy concurrido. Nos sorprendió ver
a hombres trajeados y bebiendo una cerveza tras otra mientras cenaban en
soledad.
Una cosa muy curiosa de Japón es que dejan fumar dentro de los bares y restaurantes, y a veces, suelen estar llenos de una humareda algo molesta. Si añadimos el humo de las planchas, alguna vez salíamos con los ojos irritados.
Tomamos la línea Yamanote hasta Ocachimachi y en unos 15 minutos estábamos en casa.
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Día 7 – Kamakura
Aquella mañana pudimos desayunar algo más tranquilos y empezamos
la excursión con el estómago lleno.
Desde Ocachimachi nos desplazamos a la estación Tokio y
desde allí hicimos trasbordo a Kita Kamakura para ver sus preciosos templos.
Salimos de la estación, cruzamos unas vías y comenzamos por el Tokey-ji. Un lugar muy tranquilo que servía de refugio a las mujeres que querían divorciarse. Si pasaban aquí tres años se les concedía el divorcio.
En este templo hay varios monumentos en piedra y algunas
tumbas y como curiosidad, cada mes florece una flor diferente.
Bucólica imagen en el Templo de Tokey-ji en Kamakura |
El pabellón Sharinder alberga un diente de Buda.
También aquí pudimos admirar la campana más grande de
Kamakura. Desde lo más alto, si el día está claro, se ve el Fuji, aunque aquel
no era el día.
Caminamos como unos 15 minutos hasta el Kencho-ji, otro templo interesante.
Compartíamos visitas con un montón de grupos de estudiantes |
La escalinata hasta el Santuario Hanso-bo nos dejó agotados
y cuando llegamos a lo más alto nos vimos sorprendidos por infinidad de
estatuas de hombres pájaro.
Templos de Kamakura en Japón |
Llegamos a Kamakura y accedimos al rojo santuario
Hachiman-gu (lo hicimos por la parte de atrás), consagrado al dios de la guerra.
Su estructura es imponente y además es gratis.
Tras pasear por Wakamiya-oji decidimos comer en un Rice and
Curry y compramos suvenires baratos en Komachi-dori.
Desde aquí, tomamos el colorido tren Enoden, para bajarnos en la estación de Hase. Este tren no entra con la JR y compramos directamente ida y vuelta para ahorrar tiempo luego.
Pasamos de largo el templo Hase-dera, al que volveríamos más
tarde para llegar al Gran Buda.
Esta colosal estatua de bronce, de 13,5 m., solo se ve proporcionada si
se mira de frente. Aun así, es tan imponente que la rodeamos para contemplarla
desde todos sus ángulos.
El impresionante Gran Buda o Daibutsu |
Por fin accedimos al maravilloso Hase-dera. Nos impresionó el santuario de Jizo con muchísimas estatuas, nos emocionamos con la belleza del jardín de grava o rotamos los sutras que dicen que tiene tanto mérito como leerlos y eso hicimos.
Subimos al mirador del
océano desde donde hay unas bonitas vistas.
Vistas a una apacible ciudad japonesa |
Volvimos a la estación de Hase para regresar a Kamakura, de aquí a Ofuna y por último a Ishikawacho. Queríamos pasar la tarde en Yokohama y su barrio chino, donde hay infinidad de restaurantes, tiendas de medicinas y adivinos.
El animado barrio chino de Yokohama |
Llegamos hasta el parque de Yamashita pero comenzó a llover
y nuestra visita se truncó. Decidimos dejar pasar el rato hasta el anochecer
para poder ver la Bahía iluminada, no sin antes contemplar el transatlántico
Hikawa Maru. Por suerte al anochecer dejó de llover y volvimos a la bahía donde ahora sí, pudimos ver el parque y la ciudad
con sus luces de colores.
Para cenar, ya de vuelta en Tokio cerca del hotel, elegimos
un shushi bar que tenía una cinta transportadora y probamos varios platillos
con deliciosos trocitos de pescado y marisco, muchos de ellos nunca supimos lo
que eran.
Seguridad y Salud
Japón es un país muy seguro en general. No hemos tenido sensación de inseguridad en ningún momento.
También la conducción es segura y tranquila, a pesar del tráfico en las grandes ciudades los conductores son muy respetuosos.
En cuanto a la salud, Japón es un país con altos costes sanitarios, por lo que es imprescindible contratar un seguro de viaje,
uno además que tenga buenas coberturas para cubrir cualquier imprevisto.
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o introduce el código LIBREINTER al contratarlo.]
Los
seguros de viaje también nos cubren cancelaciones, demoras, pérdidas o
daños de equipaje, repatriaciones o prolongación de la estancia por los
casos previstos, así que no hay que olvidar contratar un seguro antes de
salir.
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